miércoles, 14 de agosto de 2013

Bajo la luna de medianoche

Abrió la puerta sigilosamente, el olor a lavanda le sobrevino nada más cruzar el umbral. Porque aunque el lugar llevaba más de veinte años cerrado todo seguía exactamente igual. Paseó sus dedos por encima de los viejos muebles y no se sorprendió cuando una fina película de polvo quedó impregnada en sus dedos.

--Mi dulce y querida Anna.....-- murmulló a través de sus viejos labios agrietados.

Con paso lento y dificultoso debido a su avanzada edad se acercó a los grandes ventanales y retiró el pesado cortinaje que los cubría. La luna, apenas visible a través de la mugre de los cristales, hacía el vago intento de iluminar el interior de la estancia.
Cuadros, vajillas y un sinfín de cachivaches apilados en montones, adornaban la parte central de lo que en su día fue el salón principal.
Cabizbajo, Ginés, se dejó caer en lo que un día había sido un moderno sofá francés y del interior de su americana sacó un viejo recorte de periódico. En el, se veía a dos jovencitas vestidas de flamencas deleitando a un grupo de público invisible con coplas y bailes españoles. Dos lágrimas resbalaron por el rostro curtido del viejo y evocó la imagen de adolescente de su querida y amada Anita Delgado.  

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